Blood Letters...

domingo, 30 de enero de 2011

Chapter 64. Transition to No-Life

Todo el mundo habla de la belleza de la trancisión, la pasional carga emocional y física que sufre el ser humano que pierde toda su identidad para dar paso a un ser superior.
Todos alaban el morbo de la sangre, el tentador placer inherente de la muerte y el macabro deseo de dolor.


Sí, la visión de la conversión es muy romántica siempre que sea descrita, pero ¿quién habla de ella cuando la vive? ¿Se dan al cien por cien todos los detalles? ¿Cómo dar una visión objetiva cuando en tal momento la intensidad de la situación nubla tu juicio?


Será por el embrujo de la vitae o el mismo éxtasis que sufre el cuerpo decrépito que dará lugar al todopoderoso vástago. Nadie dijo que morir fuera bonito pero su escatológica verdad no se limita a los fuertes dolores y convulsiones de un cuerpo que muere lentamente o las diversas transformaciones físicas tales como el drenaje de fluídos o conversión de los caninos. 

La hermosa parte que siempre se omite es la pestilente podredumbre de unas entrañas en descomposición prematura sólo comparables al hedor del mismísimo infierno. Un organismo completo que reinicia sus funciones desde cero liberándose de todo su contenido, y no, creedme que no es bonito de ver y menos de sentir.


Cuando el cuerpo está vivo es posible retener con facilidad algunas deposiciones pero en ese momento cúspide, el cuerpo arde por liberarse de tan pesada carga. A momentos parece que no tendrá final, pero es lógico cuando tu cuerpo se vacía de sí mismo, eliminando cualquier resto mortal como alimentos, nutrientes, fluidos... Algunos incluso afirman haber expulsado sus mismos intestinos, lo cual me parece una soberana exageración, pero caí en la cuenta de que eran nosferatu...


No soy capaz de concebir cómo debió ser para aquellos convertidos justo después de comer en un banquete, aunque ahora mismo no recuerdo ningún caso así. Supongo que es evidente la razón.


Cabe decir que vale la pena el sufrir tal malestar a cambio de una eternidad de poder, una eternidad sin más ataduras que las que ofrece la noche, una eternidad sólo tan vacía como tu nuevo cuerpo ansioso por sentir el calor de la sangre fresca inundando tu ser.


Pero esto sólo es el detalle que pocos omiten, pues para el vampiro parece no ser bonita la mórbida realidad, un cadaver sin embalsamar que en algún momento ha expulsado toda la peste que de él podía emanar (y algunos jamás se libran de ella) para dar lugar al romántico ser que todos admiran.


Pero ahora permitidme que os describa los pasos por los que un trozo de carne mortal pasa a convertirse un otro vástago de Caín. Tras recibir el abrazo, la vitae comienza el proceso de conversión, cubriendo todos tus tejidos para así despojarlos de sus ataduras mortales, liberarlos del paso del tiempo y dejarlos inmersos en la magia de la no-vida. 


Durante este paso sientes como ésa sangre arde en tu interior cual arsénico. tu cuerpo trata de combatirlo como la ponzoña que es pero la falta de sangre te ha dejado débil y tus defensas se rinden ante su nuevo inquisidor. Es entonces cuando sientes escalofríos y convulsiones propias de parada cardio-respiratoria además de nauseas superiores a las de cualquier estupefaciente mal combinado.


Según lo fuerte que sea tu cuerpo y pueda luchar contra la invasión el proceso puede realizarse en una o más noches. Lo suyo es dejarte tan débil que tu cuerpo muera al poco de recibir la vitae, pero otros prefieren dar la vitae y luego causar la muerte al cuerpo, aunque no siempre sea eficaz y pueda dejar secuelas irreparables, ya que el cuerpo permanecerá tal cual el momento de su último latido mortal.


Generalmente la sangre invade tan rápido el organismo que mientras aún sorben la vitae del sire el aliento mortal se va perdiendo a cada sorbo. y el corazón se une al compás del corazón de tu nuevo padre, el corazón que marcará los latidos del tuyo cuando éste haya muerto.


Una vez el corazón reniega de su lucha perdida, las sienes palpitan con el retumbar de la sensación antes señalada y ahí comienzan los retortijones, un cuerpo que expulsa de sí todo cuanto le era bueno y ahora detesta como el barro en el que se convertirá.


Supongo que varios habréis sufrido alguna gastroenteritis. Pues bien, cuando tu cuerpo ha licuado y drenado toda la basura del organismo es momento de expulsarla por cualquier orificio disponible, y estos suelen ser la boca y el ano. Todo cuanto hay en el estómago se vomita a las horas de la conversión. Los que tengan una buena resistencia pueden esperar a la noche siguiente a expulsar cuanto quedó en los intestinos pero la mayoría, debida a la debilidad muscular y el relajamiento del esfínter no son capaces de contener cuanto acumulan. Y no veáis la cantidad de basura que acumula un cuerpo medio.


Gracias hay que dar que en estos casos no existe estreñimiento, ya que al vaciar también una gran cantidad de agua del cuerpo toda la parte sólida se diluye siendo más fácil expulsarla, aún así...


Recuerdo cuando a la noche siguiente me desperté completamente manchado pues a la mañana siguiente durante mi primer sueño inmortal no pude retener toda esa porquería. Esos pantalones se fueron directamente a la basura.


El último paso para sellar la conversión es alimentarse de sangre para encender por así decirlo tus nuevas funciones físicas, tu conversión de sangre en vitae. Antes de eso el dolor de tripa es inmenso, imaginad un hambre voraz tras haber desechado todo cuanto habías comido en días...


A grandes aspectos esa es la transición, pero claro, sólo es desde mi punto de vista y seguramente existirán otros modos más placenteros o la experiencia de otros podrá ser revelada de forma más gratificante.


Espero que cenéis ligero siempre que quedéis con un vampiro ;)


PD. Inspirado por mi propia enfermedad, desgraciadamente.

NaiT

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