Que mi espíritu alimente tu razón.
Que mis pecados alimenten tu ánsia.
Que mi corazón alimente tu amor.
Devórame hasta no dejar rastro de mí,
sorbe mis fluídos hasta dejarme seco,
muerde mi piel hasta desgarrarme entero.
Aliméntate de mí cuanto quieras hasta el fin de tus días, porque cuando ése día llegue yo seré el que de tu alma se alimente.
Serás mi pasión, mi error, mi cruel elección, mi pecado, mi redención, mi culpa, mi perdón, mi angustia, mi ilusión, mi pesadilla, mi sueño, mi confianza, mis celos, mi propio olvido y mi único recuerdo.
Serás todo cuanto puedas ser para mí y la nada a la que me arrojaré sin miedo,
me darás un nuevo nombre y a tu lado permaneceré como tu guerrero.
Con el hierro de mi sangre forjaré una espada si así lo requieres,
ensartaré todos los males que a ti te atormenten.
De mi cuerpo haré brotar calor en las frías noches de invierno y
en verano ahuyentaré el mismísimo Sol con mi escaso aliento.
De tu sopor te arrancaré con dulces nanas
y al sueño te llevaré acariciándote hasta el alba.
Pero recuerda que mientras tú seas dueño de todo cuanto pueda dar,
yo seré dueño de aquello que nadie más podrá alcanzar.
Deseo devorarte lentamente hasta que nos consuma el amor, quiero ser para ti cuanto eres tú en mi corazón.
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