El último trozo de pastel, un breve recuerdo de lo que ha sido esta semana.
Su sabor a merengue tostado con cuerpo de nata y crema es una cruel combinación de deliciosa melancolía y espumosa felicidad.
Ahora ya sólo queda el recuerdo de un cumpleaños que no ha sido abundante como otros, pero sí ha sido muy enriquecedor.
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Hubiera deseado terminar este capítulo con un maravilloso resumen de la celebración de mi cumpleaños, pero me veo obligado a tomar una postura muy diferente.
Siempre he sido y seré una persona muy celosa, de mi tiempo, mi espacio y sobretodo mis cosas.
No tolero que nadie, por muy amigo que sea, toque o coja mis cosas sin mi permiso. Evidentemente el permiso para ciertas cosas se va otorgando con el tiempo según la confianza.
Muchas veces, como contrato social, ante alusiones a ese grave defecto que tengo, sonrío y pongo buena cara comentando con sarcasmos y avisando cada vez de una forma más directa que la anterior mi desagrado.
Normalmente he de perder la paciencia y acabar diciendo en serio mi opinión al respecto que se toquen mis cosas o directamente arrebatándola de una forma violenta, y creedme, pocos me han visto violento.
El caso es, ¿cómo lo he permitido?
En la celebración de mi 20º cumpleaños he acabado sin mi cámara. Sin los recuerdos que en ella habían, sin el significado que le daba como a todas mis posesiones...
Me llamarán egoísta, rácano, tacaño, pero es lo que el mundo habrá conseguido.
Entre los amigos de lo ajeno, seres sin sentido, incapaces de razonar, sin un ápice de consideración, dignidad o respeto, esa chusma que hoy día es la gran mayoría de nuestra juventud y que poco a poco se proliferan como las cucarachas que son. Eso y la confianza depositada en alguien que me ha fallado.
Olvidadme si algún día queréis que preste algo. Olvidadme si algún día queréis un favor que luego no será correspondido. Olvidadme si creéis que voy a seguir siendo el maldito gilipollas que he estado siendo hasta el momento sólo por contener mis propios defectos.
Me sabe fatal lo mal que debe haberlo pasado la persona que por un descuido ha perdido mi cámara. Pero más siento yo haber depositado mi confianza, más siento yo no haber estado en ese momento ahí para vigilar y protejer lo que con tanto recelo cuido y ante todo más siento yo el no tener un rostro al que atribuir el delito... porque desgraciado él y los suyos, cualquiera que se acerque al engendro que posea mi cámara.
Dícese que en su momento Dios maldijo a Caín. Hoy yo maldigo a toda raza de chusma carroñera que invade nuestras calles.
Desgraciados y abominables hijos de puta que sólo pueden aspirar, como hace tiempo dije, a acabar en la cárcel y vivir del cuento.
Sí, sóis muy fuertes cuando os apollan todos vuestros amiguitos.
A veces quiero perder mi honor, mi dignidad, todos mis principios y rebajarme a su nivel, para que, aunque acabe con mi futuro, desahogarme llevandome conmigo unas cuantas de sus insignificantes vidas...
¿Me pongo así por una simple cámara?
No. Me pongo así porque esta sociedad se va a la putísima mierda y nadie hace nada al respecto.
Dios nos libre de que ostente algún cargo de poder. Porque si eso ocurre limpiaré la basura con mano de hierro.
NaiT
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