Miro al horizonte de nuevo recreando en mi mente las formas que momentos antes pasaron ante mis ojos.
El mar está en calma y la briza con aromas mediterráneos impregna mi cara de sal.
Como tantas otras veces ha vuelto a ocurrir. Me he quedado en tierra.
Y es que no es de buen ver montar en el primer navío que pasa por la orilla.
Quiero escapar, conocer un mundo nuevo, salir de esta horrible monotonía anclada en la soledad de la piedra y la melancolía de los bosques.
Sentir la aventura, el crujir de la madera, las olas chocando e inundando la cubierta, las velas ondeando por el viento...
Sé que pocas veces vuelven las oportunidades perdidas. Sé que lo mucho que me arrepiento de no tener el valor de saltar me va consumiendo. Pero también sé que el deseo y la oportunidad pueden nublar mi juicio y hacerme tomar una decisión errónea, escoger el barco equivocado.
Sigo mirando al horizonte y pienso cuántos hay salido ya a la aventura, cuántos han regresado y finalmente lo estúpido que he sido de no haber embarcado.
Mi único miedo, a parte de hacer daño con mi elección, es que alguno de los que ya partieron vuelva a puerto y no sepa elegir qué prefiero.
Tan bellos navíos podrían ser mi nueva vida en alta mar y aquí estoy, por lento, por cobarde, inoportuno o simplemente decente.
Algún día marcharé de aquí y esperaré no pisar tierra por un tiempo...
NaiT
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