Cuantos recuerdos y matices nuevos surgen por ver una película que mantuviste en el pasado... Ahora veo con claridad ese niño eterno que en algun momento fuí.
Ya entonces hacía tiempo que me cuestionaba preguntas y de vez en cuando dejaba escapar por temor a la posible realidad. Recuerdo que cuando vi la película agarré a mi madre y plasmé nuevamente mi miedo a la soledad.
Desde que tengo memoria he tenido ese miedo y para afrontarlo me torturaba cada noche pensando en lo que pudiera ocurrir, la pérdida de mis seres más allegados y la culpa de no haber podido hacer nada o ser parte de la causa.
Con ese peso y varias lágrimas en mi almohada conciliaba el sueño en un macabro y masoquista ritual de buenas noches.
Crecer con el tiempo ya no sólo se volvió mi escudo sino también mi espada para afrontar el mundo.
He conocido en parte la soledad y desgraciadamente me hice allegado a ella. Tal vez sea obra de mi arrogancia pero más de una vez pienso en ¿y si lo perdiera todo ahora? Saldría adelante, solo pero adelante.
Cierto es que la compañía siempre es más grata que la soledad, es más, me niego muchas veces a ver películas solo pues prefiero tener con quien compartirla. Por muy social que pueda ser, nada ha podido calmar mi necesidad de conectar con alguien, el deseo de tener un compañero para mí...
Si me dijeran si tengo miedo a estar solo diría que no, pues ya sé cómo es tal situación. La única que se vería afectada sería mi cordura, seguramente.
Aún hoy día veo que no estoy preparado para algunas despedidas. Tal vez porque todavía no tenfo la solvencia, la independencia necesaria o la seguridad física y económica para afrontar el mundo, o tal vez que juzgo muy deliberadamente mis propias emociones al hablar de pérdida.
La experiencia me ha demostrado que antes esas situaciones de duelo me mantengo firme, pero eso no implica superar del todo el duelo.
A mi parecer, nunca se superan las pérdidas, sólo se convive con ellas al igual que con todos los males que conforman niestra vida, toda herida y malestar que al quedar paralizado en el tiempo dejamos de darle el valor que tenía o dejamos de pensar en ello por supervivencia.
Como ya he relatado en dos ocasiones, me sorprende el vacío que siento por la falta de mis padres. Evidentemente es compensado por la libertad que poseo y el hecho de saber que están bien me reconforta.
El amor del día a día quedaba escaso y parece ser que racionándolo es más satisfactorio para ambos.
Ay la razón, cuántos niños ha llegado a aniquilar. La madurez, las obligaciones, el estrés... no hay peor cáncer para los niños que alguna vez fuimos.
La hipocresía, las apariencias, máscaras de carnaval que tarde o temprano se vuelven escenas de un crimen aterrador, una mezcla de suicidio y asesinato donde nosotros mismos somos víctimas y verdugos.
¿Tanto cuesta mantener un equilibrio? ¿Tanto cuesta cojer de la mano a ése niño desamparado, reflejo de tu propia realidad, y protejerlo con tus propios brazos?
Sí, como todo niño he abusado de protección, fuí muy protejido de pequeño y en poco tiempo tuve que aprender a apañármelas solo. Fué duro pero a la vez excitante aprender y ver con mis propios ojos cómo funcionaba el mundo y sobre todo saber interactuar con él.
Cometí errores (por no hablar de los que aún he de cometer), conocí gente, me alejé del amparo de mis padres y, aunque eso luego fué motivo de disputa, me sentí bien, pues comprendí que el niño tras ese escudo, aquel que quería esconderse y cubrirse eternamente entre brazos poseía un deseo mayor. Frente a todo ese miedo tenía fuerza, ira y ante todo amor.
Ira que más de una vez mostré en mis diversas rabietas cuando me insultaban a mí o mi familia. Miedo al dolor, a hacerme daño o a la pérdida. Y amor... un amor que tal vez no llegue ni a una diminuta porción del amor que he recibido en mi vida, pero un amor hacia aquellas personas que valoro y procuro protejer, un amor unido al deseo de compartirlo con alguien especial.
Tras descubrirme a mí mismo solventé varias dudas, aclaré ciertos conflictos internos y acepté todo cuanto malo había en mí compensado con lo bueno que poseía. Y aún hoy día, lucho por, no sólo mantener ese equilibrio, sino para ser capaz de mejorar día a día como persona, aunque en estos tiempos sea difícil.
Hoy he mostrado al niño dulce que en algún momento fuí, sólo otro lado más del perverso hijo de puta que puedo ser y que, por raro que parezca, surge del mismo niño.
De la inocencia nace la crueldad, del amor el odio y del miedo la destrucción. Esa razón perversa y sin tapujos digna sólo de los niños, esa sinceridad manifiesta y resolución de conflictos sin necesidad de protocolos o normas... tal vez esa sea la mejor obra de la madurez.
Nunca desamparéis vuestro lado más tierno. Podrá ser debilidad pero posee un gran poder, dones como la imaginación, la creatividad, la capacidad de soñar. Vínculos con otros mundos, otras realidades y la capacidad de sentir y percibir cosas que otros difícilmente pueden.
Para ser fuerte no has de librarte de tus cargas, para ser fuerte has de ser capaz de luchar con todas ellas a cuestas.
Inteligencia Artificial, Pinoccho, Peter Pan, El hombre Bicentenario... Películas que no sólo hablan de la inocencia, de nuestro niño interior, sino de nuestra condición humana.
¿Se es hombre cuando dejas de ser niño? ¿O se es niño cuando dejas de ser hombre?
Yo creo que aquel niño, que sin dejar de ser niño se afronta a la vida, es más hombre que 100 hombres que abandonaron su niñez.
NaiT
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