Me encanta tu sonrisa, cada vez que la veo, pues ciego me siento si no es por tu mirar,
me acaricias, susurras y con toques de recelo me impides que pueda, entonces, marchar.
¿Qué me retiene aquí? Tú, tú y nada más que tú, recuerdo. ¡Nadie más me deba suplicar!
Mantienes presa toda razón y todo conocimiento que a mí me pudiera, por fin, liberar.
Es a ti a quien debo noches de locura y de preguntas sin responder.
Es a esas preguntas a quien debo mi gran necesidad de querer saber
y no más lejos de responder los acertijos... ¿Te puedo volver a querer?
Idílico sería encontrar la respuesta, idílico sería cruzar la frontera
que separa mis sentidos de la única, total y absoluta verdad certera.
Idílico sería asumir la responsabilidad de toda una desdicha,
ser reprochador y a la vez culpable de aceptar la susodicha.
No es por tu perfección, no es por mis miedos.
No creas que te odio o que tal vez te temo,
simplemente sé que de alguna forma no debo
y que aunque debiera no sería correspondido.
Maldito sea el momento en que me planteé siquiera,
aunque en su momento buena idea pareciera,
el despertar del olvido cosas que creí que no estuvieran.
No temas por nada, no hagas lo que no debas,
el temor es sólo mío, temor a caer con tu piedra
o incluso el confort que supone, y no me reprendas,
de saber que no existes más allá de mi cabeza.
No es que tú no existas, o tal vez así sea. Es que el concepto en sí, totalmente inviable, no será compatible con la realidad.
Será el destino, será cobardía. ¡No sé qué será! Pero siempre acabo con los "nuncas" de lo que me encantaría alargar a la eternidad.
Y como siempre se me fue la inspiración. Palabras al viento sin ton ni son pero que al final quedarán ahí, como ecos de un pensamiento a medio procesar, como realidades parciales y carentes de sustancia.
Palabras que sé que no debería pero necesito comunicar. Llevan tiempo presionando en mi cabeza y ahora que han salido tal vez pueda descansar.
NaiT
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