Tras unos días de meditación y reflexión es ahora cuando me planteo dudas como:
¿Debo arriesgarlo todo o simplemente callar? Sé que tarde o temprano tendré que decirlo, pero ahora... ¿Es demasiado tarde para esa oportunidad?
Pero el problema es que esa oportunidad sólo existe en los recovecos de mi mente. Siempre dejo escapar aquello que más quiero por no arriesgar, porque arriesgar significa mostrar tu debilidad y eso es lo que no quiero.
¿Se puede pensar en alguien cuando todavía no has olvidado a otra persona? Está claro que durante las transiciones sí. Pero en este caso el error ha sido mío, para variar, permitiéndome el lujo de hacer algo que de sobras ya sabía que estaba mal.
Me ilusioné con la idea de algo que no iba a resultar, aunque fuera por unos días, pero ya ¿qué más da?
Pero se repiten en mi mente palabras como: "Si hoy fuese tu último día de vida ¿harías lo que vas a hacer hoy?" y entonces pienso en cómo el yo de hace unos años no dudaba en compartir sus inquietudes o las resoluciones de aquello que había estado procesando, discutiendo en mi foro interno.
¿Ahora? Sé muy bien cuales son mis palabras y me las callo porque "otro día podré decirlo". Creo que en el mundo del corazón sólo he sabido retroceder, dado que no me importa dar mi opinión, siempre que las circunstancias lo permitan o sean favorables para evitar conflictos innecesarios, pero... "Nunca es el momento adecuado cuando se trata del corazón".
¿Qué es mejor, seguir con el plan inicial y decirlo cuando pensaba hacerlo o ya que está todo casi perdido arrastrarme a intentarlo con todo? No lo sé... y tampoco es que fuera algo tan importante para decir... además de lo egoísta por mi parte. Aún sabiendo lo que necesita...
Supongo que tendré que ser más fuerte y aguantarme, hasta el momento adecuado, pero es difícil, duele, porque...
Porque si mis palabras pudieran tener algún efecto sobre las de AYER, es HOY que debería pronunciarlas, y no MAÑANA...
Y ante toda esta indecisión, vuelven las imágenes que más daño me pueden hacer del pasado año. Y por encima de eso, la idea de poder hacer "lo que quiero" pero sentirme sin ganas de ello, sólo las que mi propia inercia me permite para salir de este torbellino destructivo y meterme en uno de deseo.
Lo que quiero es una sola persona a mi lado, no necesito de ninguna más que me dé placer, sólo necesito una. Y lo demás es prescindible, pero cuando esa persona te falta, te agarras al placer como puedes.
Soy hombre de un sólo hombre. Por mucho que me atraiga la idea, me repugna el pensar que puedo estar jugando con los demás o que ellos puedan interpretar eso mismo sin ser verdad.
El problema es que hay muy pocas ganas de luchar, se han reducido mucho desde el pasado año.
Si por cada persona que me atrae pudiera sentir tantas ganas de luchar como las pude sentir...
Y ahora con San Valentín acechando...
- ¿Por qué siempre sigues ahí, a mi lado?
- Alguien debía hacerlo.
- ¿Te sientes obligado a ello?
- Sí, me obliga el corazón.
¿Existe alguna otra razón? Casi siempre hago lo que creo correcto, por mucho dolor que me pueda causar, porque sé que en mi placer o bienestar no está la respuesta absoluta, por eso debo pensar en los demás.
Me alegra tanto y al mismo tiempo duele que los días que esperaba pasar no serán así...
Pero ante todo, estoy bien porque me alegro por ti.
¿Será así como dejaré huella? ¿Dejando pasar trenes hasta que ninguno vuelva?
"Es imposible", dijo el orgullo. "Es arriesgado", dijo la experiencia. "No tiene sentido", dijo la razón. "Inténtalo" susurró el corazón...
Tal vez alguien debería hacer callar mi obstinado pecho. El silencio sería casi tan reconfortante como la muerte. Pero como no soy un extremista prefiero encerrarme en sueños donde esconder mis verdades.
Dormir es mi mecanismo de respuesta cuando algo no funciona en mí.
Y cuando ya nada funcione... sólo dormir...
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