Blood Letters...

lunes, 15 de marzo de 2010

Diarios Necrosados. Cp. III

Marcas de un pecado.


Desperté confuso, con el cuerpo entumecido y un gran dolor de cabeza. Me percaté de que me encontraba en la que de ahora en adelante sería mi cama. Llevaba puesto el camisón de dormir, lo que significaba que alguien tuvo que desnudarme, sentí gran vergüenza.


Por la ventana parecía estar amaneciendo. Me sentía repuesto por las pocas horas que había dormido, pero decidí bajar al salón para ver si Daniel había llegado.


Mientras bajaba las escaleras principales que daban a la entrada me encontré a Matías hablando con una dama. Mi vestimenta no era nada apropiada para que se me viese en público pero la inseguridad me impidió reacción alguna a parte de sentarme en las escaleras escondiéndome mientras miraba y escuchaba.


- Será su decisión, pero no creo que sea muy conveniente. La opinión de uno no debería estar por encima de otros. - Decía la misteriosa mujer.

- Entiendo su enfado Marquesa Vinderbleaure, pero comprenda que el Conde Soir tiene muchas labores que cometer y no está a disposición de los deseos banales de su pequeña congregación. - Contestó Matías.

- Sólo queremos cambiar un poco las cosas, necesitamos miembros de la estirpe con poder para derrocar la hegemonía actual en Gran Bretaña. -


- El Conde sirve fielmente a la corte y dudo que vaya a cambiar de parecer. Además, sepa que la confabulación, conspiración y, posiblemente, intento de alzamiento contra el trono son razones de sobra para declarar vuestra caza de sangre. Si gusta, por favor abandone el recinto antes de que el Conde despierte, la noche pasada fué un poco agotadora para él. -

- Tarde, Matías. - Apareció Daniel en la habitación. - Agradezco que haya madrugado por venir a hablar conmigo, señorita Vinderbleaure, pero no estoy interesado en traicionar al actual regente de este territorio. Creí haber dejado clara mi postura y fidelidad hacia él en la reunión de la pasada noche, aunque entiendo que no escuchasen si tenían que cuchichear sobre mi humano. - Daniel hizo una pequeña pausa para tomar aire. Tuve la impresión de que me miró a los ojos fugazmente y volvió a mirar a la visita en menos de lo que pude parpadear. - Tendré que pedirle que abandone mi morada. -

- ¡No lo admito! Soy consciente de sus relaciones con un pura sangre sabiendo que a su admirado regente al igual que al resto de la camarilla les repugna dicha estirpe. Y luego asistirá a las fiestas del clan Toreador actuando con elegancia, y sólo eres un sucio bastardo, fetiche de la hipocresía y la falsedad. -

- Tiene suerte de que tengo un buen despertar. Ya me ha insultado bastante en mis dominios y creo que es hora de que se marche. Mis relaciones, círculos sociales e incluso mis planes con mi humano no son de su incumbencia. Y pensar que vos fuisteis supervisora de la zona y ahora planea derrocar al príncipe. Me parece deshonroso por su parte. Sé que la camarilla no admite a los pura sangre, pero si yo me he podido relacionar con alguno, como afirmas, ¿por qué no lo hacéis tú y los tuyos? No contestes, bastarda. Lo que buscáis son secretos, más poder del que poseéis, pero queréis hacerlo de forma lícita, o al menos de aquella por la que no os puedan declarar una caza de sangre por traición, ¿no? Lárgate y medita bien lo que planeabais hacer. -

Daniel se giró mirando a las escaleras y avanzó subiéndolas. La Marquesa casi estática por los reproches del Conde Soir fué acompañada por Matías a la puerta. Cuando llegó hasta mí se sentó a mi lado.

- ¿Te encuentras bien, Alan? Me preocupaste anoche... -

- Sí, estoy bien... aunque veo que he dormido todo el día... -

- Mejor, así podremos hablar largo y tendido. - me dedicó una amplia sonrisa que se desvaneció como los primeros copos de nieve. - ¿Recuerdas por qué te desmayaste? -

- Recuerdo.... - Mi cuerpo comenzó a temblar. - Cosas que ocurrieron en el pasado y luego... caí al suelo y mis ojos se cerraron... -

- Alan, anoche tuve que dejarte inconsciente, estabas histérico y Matías no sabía bien cómo pararte, estaba un poco débil porque recién me había servido una copa con su sangre. -

Al oír las palabras de Daniel pude sentir algo ardiendo dentro de mí, no sabía dónde, pero me dolía. oía un chillido agudo dentro de mi cabeza, sentía pánico pero a la vez furia e ira...


Los labios de Daniel se juntaron a los míos. Sentí su lengua abriéndose paso delicadamente y encontrándose con la mía comenzó una danza que iba acelerando al compás de mis latidos. Todas las emociones que me estaban encolerizando se habían petrificado.

Antes de que Daniel se separase fugazmente de mí, pude sentir cómo sus colmillos aparecían hiriendo mis labio inferior.

- Lo siento, creo que me he excitado. Ahora que estás más tranquilo quiero que me cuentes lo que recordaste, olvida lo que he dicho. -

- ¿Cómo lo haces? y lo más importante, ¿por qué? Los chicos no deberían besar a los chicos... eso es... - Sus labios no eran para nada como los que invadían mis pesadillas, pero algo en mí decía que eso estaba mal. - ... eso es pecado, sucio... -

- Es amor. - Las palaras de Daniel dieron un gran vuelco a mi pecho, me faltaba el aire. - O eso es lo que decía mi mentor. Aquel que me convirtió vivió en la antigua Grecia y ahí, el amor entre hombres era lo más natural y bello del mundo, antes de que la iglesia interpretase esos actos como paganismo y por ende como algo sucio, demoníaco y pecaminoso. Cuando te beso, intento trasmitirte la sensación de seguridad para calmarte. podría hacerlo con tan solo tocarte, pero me resulta divertido besarte, ya que aparentamos la misma edad. -

Daniel sólo era un niño, por muchos siglos que hubiese vivido, sólo era un niño que quería jugar, pero su juego me estaba haciendo daño.


- Cuando estuve como monaguillo... hubo un párroco que se aprovechaba de mí... me desnudaba y luego pasaba su lengua por todo mi cuerpo y después... me tocaba aquí - señalé mis genitales. - me obligaba a meterme lo suyo en la boca y luego... - Mis ojos derramaban lágrimas por propia voluntad, sentía mi cuerpo manoseado y mancillado, el sabor amargo de su boca en la mía y el inmenso dolor de sus sacudidas...


- Entiendo... - Daniel me cubrió con sus brazos. - ¿Quieres que lo mate? Sólo necesito su nombre y lo encontraré.

La pregunta de Daniel me congeló, no sabía si realmente significaba tanto para él como para querer vengar el sufrimiento que pasé o si sólo quería divertirse matando con alguna excusa para ello. Un momento, ¿por qué pienso esto de Daniel? Pero, ¿sería capaz de ello?.

- No... él ya está muerto, lo encontraron con su crucifijo clavado en el pecho y con diversos arañazos y mordeduras. Supongo que no podré vengarme... -

- Ya veo... - Daniel puso su mano entre mis piernas y empezó a frotar. - Si hago esto automáticamente piensas en él, ¿no es así? -

- Sí... - No entendía lo que pretendía con esto, pero los recuerdos me estaban dañando, quería que parase pero se podría ofender... - Por favor, para Daniel... -

- ¿Seguro? Yo creo que te está gustando... - Su cara parecía satisfecha a medida que crecía mi erección pero yo no me sentía bien, estaba mal, me estaba repugnando el sabor de boca que tenía, no podía más.

- Daniel... - Cuando alzó la mirada para mirarme le abofeteé.
Al volver a girarse para mí vi sus colmillos y al momento le tenía sobre mí con cara felina preparado para atacar a su presa, al momento recuperó la compostura, se levantó y subió las escaleras restantes sin mirarme siquiera.


Se había enfadado, esta vez era de verdad y yo dependía de él para poder subsistir. Tendría que rendirme y entregarme como una furcia al vampiro que podía mantenerme y usarme como experimento hasta que se canse de mí, sí, eso es lo que pasaría, lo que ponía en los pocos manuscritos que hablaban sobre el amor proveniente de los vampiros, intenso, cálido, especial, pero a la vez efímero, fugaz...


Durante la cena estuve solo, Daniel no apareció. Matías me dijo que se encontraba en su estudio escribiendo unas cartas así que decidí vestirme adecuadamente e ir a disculparme a su estudio.


Cuando llegué éste estaba vacío y a oscuras, parecía que Daniel huía de mí. Me apoyé en la pared y dejé que mi cuerpo se deslizase hasta el suelo. Lloré desconsoladamente por haber enfadado al único que se estaba portando bien conmigo. Ya no sólo me dolía la posibilidad de quedarme desamparado en pleno Londres, sino el hecho de perder a un amigo tan especial como él. Quizá quería ayudarme, aunque no entendía cómo podía hacerlo de aquella manera, todo era muy confuso.


Él parecía conocer tan bien mis pensamientos y yo, por mucho que pretendo predecirle no sé si le conozco lo suficiente... no, no puedo conocerle, casi 9 siglos no se pueden conocer en tan poco tiempo... seguramente nunca... lo mejor sería marcharme antes de ser echado como un perro.


Al amanecer cogí mis prendas y la libreta, mis únicas pertenencias ahora, y me fuí antes de que Matías fuese a avisarme para tomar el desayuno.


Las calles de Londres estaban muy transitadas, pero al caminar me sentía solo, sin nadie a mi alrededor. Estuve pidiendo algo de caridad, pero nadie parecía tener dinero suelto o algún trozo de pan.

Tal vez debería haber desayunado, pero hubiese sido de mal gusto aprovecharme así... realmente estaba siendo eso, un aprovechado. Todos a mi alrededor hacían algo por mí y yo no era capaz de compensarles, al contrario...


Estuve recordando el por qué vine aquí, debía hacerme pasar por él y ser su acompañante, y en vez de eso, le pegué en su hogar y además he huido... estaba siendo un cobarde.


Me niego, no quiero huir ni ser un cobarde, quiero que el niño débil muera y deje así a mi nuevo yo, alguien fuerte que pueda hacer algo por los demás, alguien que pueda proteger a quienes quiere y no perderlos como he hecho hasta ahora.


Mientras escribía una cortesana dejó algunas monedas en el suelo. Las cogí pero antes de poder darle las gracias ya no estaba ahí. Ese dinero me serviría para poder comprar algo, algo que le gustase a Daniel para pedirle perdón. Callejeando por las calles encontré el mercado. No vi nada a la altura de Daniel hasta que vi un puesto con flores donde unos soldados estaban hablando con la tendera, acompañaban a una damisela preciosa. Como mucho tendría 15 años, ojos azules y un cabello rubio en tirabuzones. Cuando se apartaron del puesto pregunté qué flores podría comprar con lo que tenía. No era mucho pero pude conseguir un lirio blanco silvestre, tres rosas rojas y dos crisantemos.


Decidí ir al caserón, pero me dí cuenta de que no sabía cómo había llegado al mercado. Pregunté a la gente si conocían dónde estaba la residencia del Conde Soir, pero nadie sabía dónde estaba, salvo un campesino que me invitó a llevarme con su carro. Acepté sin dudarlo pero tras unas horas me di cuenta de que habíamos salido de Londres y lo habíamos dejado atrás. Aquel hombre tenía que dirigirse a Gales sabiendo que ahí se encontraba la mansión Soir. Le agradecí al señor su amabilidad pero tuve que volver por el mismo camino  a pié.


Mis fuerzas se agotaban, no había comido nada pero debía llegar como fuese a la residencia de Daniel en Londres, antes de que las flores se marchitasen. Cuando llegué de nuevo al centro de la ciudad estaba oscureciendo. Pregunté a la gente, algunos no sabían, otros me indicaban pero sólo conseguían que me perdiese más.


Sin saber cómo llegué a las puertas de una taberna. Pensé en entrar y preguntar, pero lo más seguro es que tan solo con asomarme ya me estarían echando a la calle, y si la gente sobria no era capaz de indicarme, un ebrio menos todavía. Cuando deseché la opción de preguntar por aquí, me giré para volver sobre mis pasos, pero un hombre me tapaba el paso.


Tenía poco pelo y sólo 3 dientes, tendría unos 40 años pero estaba fornido, seguramente se metía en muchas peleas.


- Oye niño, mira por dónde vas, oh, ¿son para mí? - Dijo aquél hombre.


- No, son para el Conde Soir. - Contesté con temor a ofenderle.


- Oh, el Conde Soir, yo sé dónde vive, ¿quieres que te lleve? -


- ¡Sí, por favor! - Por fin alguien podría llevarme con Daniel para pedirle disculpas.


- Muy bien, espérate aquí que salgo en un momento. - Dijo el hombre antes de meterse en la taberna.


Me senté en el suelo inocente y confiado esperando que saliese con premura, pero pasaron las horas y no salía. mi estómago rugía y las flores cada vez me parecían más y más apetecibles. Cuando me di cuenta el señor me estaba despertando, me había dormido en la calle. me dijo que fuese con él y casi como un autómata le perseguí.


El cansancio hizo que tardase un rato en darme cuenta de que le acompañaban 2 hombres y que ninguno de los 3 tenía signos de sobriedad. Entre todos formaron un triángulo a mi alrededor, me estaba asustando.


Cuando llegamos a un callejón cerrado entendí cuales eran las intenciones y que seguramente ya no vería a David. Quería correr pero estaba cansado y recién despierto, no sabía si podría canalizar correctamente mis fuerzas. El señor se acercó a mí.


- Oh, gracias por las flores, aunque tengo mujer e hijos. - Tomó el ramo de entre mis brazos. los otros 2 sujetos reían y se pasaban una tinaja con alcohol. -Venga, toma un poco. - Me ofreció de su tinaja.


- No, gracias, soy menor...- El hombre me abofeteó y por un instante sentí lo que debió sentir Daniel cuando le pegué. El hombre me forzó a abrir la boca para beber. Intenté zafarme pero los otros 2 me sujetaban de un brazo cada uno. - ¡Soltadme! ¡Socorro!  ¡Ayuda! -


Cada vez creía que era más y más inútil, me iban a violar y después a saber qué.


Por mucho que intenté luchar acabé tragando alcohol. me dejaron en el suelo con brusquedad. Cuanto intenté levantarme uno me lanzó la tinaja casi vacía a la cabeza rompiéndola y yo perdiendo el conocimiento.


Poco después abrí los ojos y pude ver cómo estaban jugueteando con mis pantalones y camisa. Las flores estaba en el suelo pisoteadas, al igual que muchas páginas de mi cuaderno. lo estaban destrozando, aunque lo que esperaba es que no supieran leer, que seguramente no, de lo contrario sería un gran problema.


Cuando se dieron cuenta de que estaba consciente se acercaron haciéndome beber un poco más. Yo ya había desistido de resistirme, era inútil pero yo me lo había buscado, parecía ser un imán para las desgracias y la chusma de éste mundo, o eso o que había demasiada y yo sólo uno de los pocos que abría los ojos ante estas injusticias.


Mientras los 2 sujetos con los que no hablé se bajaban los pantalones y empezaban a sacudírsela, el otro empezó a abofetearme diciendo que daba asco, que sólo era un pecador, que le estaba obligando a mancillar su matrimonio y a su santa iglesia.

Tras pegar un trago de alcohol hundió su lengua en mi boca a lo que yo le mordí.


Conseguí hacerle sangre y sonreí satisfecho, pero recibí una fuerte patada en el estómago. Cuando le vi abalanzándose sobre mí a punto de penetrarme cerré los ojos y sentí un líquido caliente sobre mi cuerpo. Sentí asco pero me alegró pensar que ya había terminado, así no tendría que revivir aquel inmenso dolor.


Al abrir los ojos estaba manchado de sangre y yacían 3 cuerpos totalmente destrozados. Daniel estaba recogiendo las páginas de mi cuaderno con tranquilidad. Me tiró la ropa y se giró, dando a entender que esperaba a que me vistiese.


Cuando lo hice quise pedirle perdón, pero mi boca no hablaba, a penas podía mantener el equilibrio correctamente, el alcohol estaba afectándome y el golpe de la tinaja, al tocarme la cabeza pude darme cuenta de la brecha que tenía.


Daniel mordía los cuerpos y bebía algo de sangre, seguramente para recobrar fuerzas. Por muy fuerte que sea un vampiro, desmembrar, partir huesos y destrozar cráneos no debe ser tarea fácil.


- Súbete a mi espalda, venga - me dijo Daniel con un tono un poco raro, él tenía las tapas y las hojas de mi libreta. Cogí los restos marchitos de las flores y me subí a su espalda agarrándome como pude procurando no asfixiarle.


Daniel empezó a reírse. - Agarra fuerte el cuello, yo no respiro, estás borracho y como te caigas te harás muuuucho daño. -

Definitivamente el tono de Daniel empezaba a semejarse l de los 3 desgraciados de antes.


Agarré con fuerza y él empezó a correr a una velocidad que superaba a la de los caballos. Oí algunos golpes y al girar la cabeza podía ver como algunos carros de la calle se caían al suelo, o cómo Daniel se chocaba contra las paredes en las curvas, aunque lo hacía casi de frente y yo no sufría daños. Llegamos a su morada y al cruzar las puertas Daniel cayó al suelo y yo con él. Matías sirvió su brazo para morder, pero Daniel le dijo una serie de números que no recuerdo y Matías salió por la puerta alarmado.


Daniel y yo estábamos en el suelo, manchados de sangre y ebrios.


- Daniel, perdón por haberte... -


- Shh, calla. Perdóname por haberme puesto borde, no debería haber insistido cuando me pediste que parase, pero la verdad e que... - se puso a reír - me hacía gracia excitarte... -


- Igualmente, no debería haberme escapado... toma. - le di las flores ensangrentadas y marchitas. - Antes eran bonitas... - Me puse a reír pero acabé llorando por incompetente.


- Gracias Alan, estoy seguro de que eran casi tan hermosas como tú - me dedicó una gran sonrisa. - Dios, ¡no volveré a beber sangre de borrachos en mi vida! - Empezó a reír a carcajada completa.


- Si bebes sangre de borrachos, ¿te emborrachas? -


- Si... y por culpa de una habilidad que aprendí de mi amigo pura sangre, cuando bebo la sangre de alguien recibo fragmentos de su memoria, a veces sensaciones, sentimientos... pero para eso he de esforzarme en sentir. -


- Y ¿conmigo qué viste? -


- Nada, si lo hago en frenesí no percibo nada, simplemente me quedan residuos como el miedo, la soledad... cosas que puedo ver ya en el aura al momento... -


A medida que hablábamos de sus habilidades nos íbamos acercando. Daniel se mordió en el brazo.


- Toma, bebe Alan. -


- No quiero convertirme en vampiro, ni emborracharme. - empecé a reírme más.

- Es para que te cures, tienes un aspecto horrible y eso no le hace justicia a tu belleza. -

Me acerqué a su muñeca y comencé a sorber el jugo rojo que de élla emanaba. Pude sentir su cálido contacto en mi boca y cómo recorría mi cuerpo llenándome de bienestar. Mi cuerpo se estaba calentando y pese no haber comido nada tenía fuerzas.

- Bien, ya puedes parar, ¡que bebes más que yo! - Daniel se revolcaba por el suelo riendo.

- Daniel, ¿por qué me tocaste anoche? ¿qué pretendías?- Debía aprovechar este momento, dicen que los borrachos no mienten.

- Quería ayudarte, quería sustituir al párroco ese por mí en tus pesadillas, así tal vez se volverían sueños... - Mi corazón se desbocó, la idea en un principio me parecía asquerosa, pero poco a poco me estaba excitando, sentía cómo mi erección clamaba libertad y mi cuerpo ansiaba el de Daniel.
Me coloqué sobre Daniel y posé mis labios sobre los suyos con un casto beso. me separé unos milímetros. - Intentémoslo ahora...-.

 

NaiT

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