Blood Letters...

viernes, 5 de marzo de 2010

Diarios Necrosados

Encuentro.

Dicen que es muy complicado comenzar una historia, y la verdad es que entiendo esa dificultad. Supongo que, los grandes escritores en su momento tuvieron una brillante idea, un destello de inspiración con el que pudieron crear sus obras. Me imagino la sensación qu debieron sentir, de repente contemplando otros lugares y personajes desarrollando su vida, su historia a gran velocidad, seguramente, a mayor velocidad de la que los autores eran capaces de escribir; detallar cada momento, acción, escenario... todo.

Me gusta distraer mi mente con cuestiones como esta, así logro huir de la cruda realidad que me envuelve. Aun no comprendo cómo he vuelto a acabar "aquí", bueno, más bien así, ya que estas calles no son para nada conocidas... y hasta me parecen aún más frias que aquellas en las que estuve al principio de mi existencia...

La noche se apodera de las calles de... ni siquiera conozco el nombre de éste pueblo,  sólo sé que estoy en Francia y que si no encuentro alguien que entienda inglés o español no podré salir de aquí...


¿Por qué es tan difícil conocer cómo empezar una historia? con lo fácil que es darle un final...
De pronto oigo unos pasos que se acercan a donde estoy. Me encuentro cerca de un lupanar así que me imagino qué tipo de persona será. Lo más excitante que puedo hacer es quedarme agazapado para mantener mi calor corporal mientras veo a la gente pasar, haciendo uso de mi libertad para imaginar lo que deben pensar los tendederos, pajeses y algún que otro noble que pase ante mis ojos.

Los pasos están más cerca, pero no distingo bien la forma entre la oscuridad, parece un hombre muy bajo de estatura y con bastón, tal vez sea un anciano...

- Que fais-tu ici si tard? - La voz dulce y aterciopelada pese a la entonación de superioridad típica de la nobleza provenia del chico frente a mí, un niño de mi edad...

- Je ne parle français - Era lo único que sabía decir, eso y alguna cosa más que oí que le decían a las mancebas unos metros más abajo.

- Por tu entonación eres inglés, ¿cierto? mejor, aunque deberías mejorar tu pronunciación y emplear la frase correctamente... -

Qué cosas, no solo estoy tirado en las calles de Francia si no que tengo que soportar a un noble repelente dándome clases de gramática y pronunciación de un idioma que ni me interesa...

- Perdón por mi descortesía, veo que mi presencia te está importunando... pero me sorprende ver a alguien tan joven por estas calles y sin la protección de un adulto... La perversión es habitual cerca de "La Maison de la Luxure". -

- Más espeluznante encuentro yo que alguien de mi edad y por quien pudieran pedir una gran suma de dinero deambule por las mismas calles y me advierta de los peligros que corro... -

- Te puedo asegurar que soy bastante más mayor que tú, aunque no lo aparente. Digamos que padezco una enfermedad... Pero cambiando de tema, ¿de qué parte eres? -

- Lo cierto es que nací en España aunque mi familia paterna es anglosajona. ¿Tú? -

El chico se sentó a mi lado haciendo ademán de esperar una larga conversación cambiando completamente sus planes. - Yo soy londinense, aunque ahora mi mansión se encuentra cerca de Gales, en Londres sólo tengo un caserón para cuando preparo alguna reunión o para tener una morada próxima en caso de acudir a algún baile o celebración... -

- ¿Por qué estás solo a estas horas? Deberias volver a tu casa con tus padres...

- ¿Padres? Mis padres no me han acompañado a este viaje. Me hospedo en un caserón cerca de aquí. ¿Por qué estás tú solo? -

- Las personas con las que vine han sufrido un accidente y ahora no tengo nada ni nadie... - Las imágenes del suceso se aferraban a mis ojos, los gritos recurrían en mis oídos y el calor de las llamas aún abrasaba mi piel pese a que aquello aconteciera 2 noches atrás. - Ahora estoy aquí. Llevo 2 días en esta misma calle subsistiendo con las frutas picadas que me da el señor Chifflet. -

- Ya veo... - Se alzó lentamente mirando hacia la casa de mancebas. - Lamento irme con tanta descortesía, pero tengo un asunto que atender en La Maison de la Luxure. -

- No creo que te dejen entrar aunque afirmes tener edad, en un lugar así creo que corres mucho peligro. -

- No deberías preocuparte por mí, deberías dormir y mañana por la noche, si sigues aquí, seguiremos hablando. - Depositó una cálida sonrisa con la que dejé de sentir la fría realidad por un instante, lo último que recuerdo es su figura alejarse mientras el frío que volvía a mi cuerpo me inducía un profundo sueño.

Al despertarme me encontré con las pisadas de la gente que transitaba el pequeño mercado de la calle y un libro cuyas hojas estaban en blanco y un recipiente de tinta a su lado. Nadie parecía prestarle atención y como no sabía qué hacer el resto del día pensé en escribir en él los sucesos del a noche anterior, creo que es una buena forma de empezar un Diario.

La noche llegó y yo estaba impaciente por que ese chico volviese, no sabia su nombre ni en qué casa estaba, y por la noche era mi único entretenimiento. Estaba seguro de que el libro debia ser suyo y se lo quería agradecer.

Las horas pasaban y no llegaba. Cuando me quise dar cuenta me estaba despertando con su cara a pocos centímetros de la mía, me habia quedado dormido esperándole con el diario entre mis manos.

- Buenas noches, ehm... creo que no nos presentamos. Mi nombre es Daniel Soir, ¿el tuyo? - dijo mientras ofrecía su mano para que me incorporase.

- Mi nombre es Alan Taylor, aunque ahora eso da igual ya... ¿Porqué tu apellido es francés? si me dijiste que... -

Siseó suavemente para que dejase de hablar. - Me gusta cambiar mi apellido. Algún día te contaré cual es el verdadero. -

Dimos un paseo por las calles del pequeño pueblo en silencio pero mirándonos de tanto en cuando a los ojos. Sus orbes eran dos enormes orbes azul cristalino que parecían emitir destellos por la refracción de las leves luces de la noche; la luna, las estrellas y algún candelabro encendido cerca de alguna ventana.

En estos días Daniel había sido el único en interesarse en mí y no podía dejar de pensar en una pregunta osada, atrevida y cuya respuesta seguramente sería no.

Mientras en mi foro interno se debatía si preguntar o no, Daniel parecía conocer mi preocupación, me miraba, esbozaba una leve mueca y seguía mirando al frente, hasta que...

- Descansemos un poco. - Sacudió un saco que había reposado sobre una pared y se sentó sobre él. - Hoy no me encuentro demasiado bien. -

Ciertamente le veía muy pálido, pero no me extrañaba en un noble. Yo también era pálido pero creía que en esos momentos lo estba más por la falta de comida. Oh sí, comida, realmente desearía poder comer en condiciones y una cama en la que dormir...

Sin darme cuenta de cuándo se levantó vi a Daniel avalanzándose sobre mí. Caí al suelo con él encima, clavando su mirada fijamente en mis ojos. ¿Qué habría hecho yo para enfadarle? Tal vez sólo era un psicópata con el que me había juntado y en este país no tenía a nadie...

- ¿ Qué haces? - Dije como pude tartamudeando levemente.

Daniel simplemente rozó con su nariz mi cuello, decenas de imágenes bombardearon mi mente y el pánico acudió ipsofacto a mi rostro. Cerré los ojos con fuerza y dejé de sentir la presión sobre mi cuerpo, se había levantado.

Cuando abrí los ojos pude verle hecho un ovillo en el suelo balbuceando palabras que no comprendía.

- Daniel, ¿estás bien? -

- No, no estoy bien... ayúdame a ir a casa, yo te guiaré.

Le ayudé a incorporarse y cargando un poco con su peso, fuimos caminando por donde él me indicaba. Se oían gritos, animales correteando, alguna que otra pelea en las tabernas... Pero a medida que nos acercábamos al lugar donde se hospedaba Daniel tenía la sensación de perder el contacto con la realidad.

Mis sentidos se agudizaban por el temor a alguna agresión, pero sentía como la dulce y atrayente fragancia de Daniel se volvía amarga, como si su perfume a rosas, menta y laurel hubiese sido sustituido por clavo, lirios y ajo.

Mis oídos escrutaban cada paso, por mínimo que fuese para saber si debía oír, pero sentía como si algo agarrase mis tímpanos desde dentro sin dejarlos vibrar.

Lo último que recuerdo es oír unas risas a mi lado y un dolor inconmensurable en mi cuello. Caí al suelo y vi una figura. Su boca estaba manchada con mi sangre y aún así reía, sus ojos brillaban a la sombra de la luna, mis ojos se cerraban...

Recuerdo lo que soñé aquella noche. Corria por un sendero adentrándome a un bosque de tinieblas mientras era perseguido por una niebla carmesí. Mis piernas estaban agotadas, no podía correr lo suficiente y la niebla me envolvia. Olía a metal, resultaba repugnante, me estaba impregnando de una esencia viscosa y cálida haciendo más presente en mí el gran frío que padecía mi cuerpo y al finial una visión. una visión que confirmaba mis sospechas, osas que había leído tiempo atrás, cosas que deseaba que fueran una invención de mi subconsciente...

La luz del alba me hizo abrir mis sufridos ojos. me encontraba en una cama revestida con sábanas blancas y por la textura parecían ser seda. Podía senir la fragancia de la manzanilla emanando de una taza sobre un tocador. Cuando la inspeccioné vi que la pieza de cerámica reposaba sobre una nota de papel donde ponía:

"Siento no estar presente hasta la noche. En su momento te lo explicaré todo pero por  favor, no salgas del recinto. Mi sirviente Matías te servirá comida y te proporcionará vestimenta además de curas para la herida de tu cuello.
 

Atentamente Daniel Soir."
La lógica me pedía huír sin pensarlo 2 veces, pero quería conocer lo ocurrido y tras anotar en mi diario lo ocurrido decidí investigar las estancias.

Descubrí varias habitaciones vacías y al bajar las escaleras que llevaban al recibidor me encontré a un señor de mediana edad reverenciándome. Vestía de forma muy elegante para ser un simple sirviente, pero era la única persona que había encontrado.

Me explicó que Daniel estaba muy arrepentido por no haberme podido protejer, pero que hizo lo posible por curarme la herida. Caí en la cuenta de que mi cuello estaba bendado pero mi cuello no sangraba. Acudí al espejo más próximo y pude ver 2 círculos perfectamente delineados y paralelos entre sí a la altura de mi yugular.

Matías decidió limpiarme la herida con manzanilla y absenta, se notaba que no tenía demasiados medios a su disposición para realizarme las curas pertinentes, pero no iba muy mal encaminado. No todos tenian un abuelo médico con el que aprendieron bastantes cosas...

Esperé con impaciencia la llegada de la noche. Me vestí con las pertinentes prendas que Daniel había destinado para la cena y al bajar al comedor con el aviso de Matías pude verle sentado, esperándome con un rostro afligido. Tomé asiento frente a él.

- Matías, por favor, sirve la comida a nuestro invitado y déjanos a solas. - El tono de Daniel no era para nada propio de él, no del Daniel que conocí en la calle frente a La Maison de la Luxure.
Matías me trajo un plato con un pollo desmenuzado, una jarra con agua y una baguet. Tras dejarlo frente a mí cerró las puertas del comedor por fuera dejando sólo silencio.

- Por favor, Alan, come... - Parecía angustiado, algo no iba bien y me esperaba una mala noticia. Tenía miedo de que se fuese, es lo único que podía sentir en su presencia, miedo a perderlo, ¿o era simplemente miedo?.

- Vale... - Empecé a devorar la carne, durante el día matías sólo me habia servido algo de fruta, pan y leche. Me dijo que es lo que comía él. Al no esperar invitados no disponía de comida y por la tarde salió a hacer la compra mientras yo curioseaba los cuadros y la biblioteca del caserón.

- Si por algo me caracterizo es por autoanalizarme constantemente. - Al oírle hablar le miré prestando atención. me hizo una señal de que siguiese comiendo, intuí que si yo tenía la boca llena no podría preguntar, seguramente lo que esperaba, que no hiciese preguntas.

- En mis años de vida he actuado de diversas formas pero siempre analizando el por qué. Todos los estímulos y los impulsos que me obligaban a actuar de una u otra forma. lo que voy a hacer ahora va en contra de aquello por lo que me educaron, aquello que debo protejer con el precio de mi existencia y condenarte a cargar con un terrible peso. - Su rostro intentaba mantenerse firme, pero podía ver en sus ojos el mismo miedo que sentía yo al oírle hablar.

- Estás solo en este mundo, como yo. Si bien no soy caprichoso sé que soy muy egoísta a la hora de tomar decisiones. Quiero proponerte que te vengas conmigo, tengo unos planes para ti que nos pueden beneficiar a ambos, pero antes quiero contar con tu confianza y lealtad. ¿Vendrás conmigo a Londres?. -

La propuesta era realmente tentadora. Me costó tragar la carne por la impresión que me causó la petición, pero había algo que no cuadraba, había algo oscuro, macabro, siniestro. Algo en lo más profundo de mi ser me advertía del peligro, pero a su vez sentía una gran excitación, quería descubrir cual era el lado oculto de Daniel, aquello que sólo descubriría si aceptaba.

- Acepto. - Dije sin ningún tipo de duda. En francia no podía ni comunicarme con claridad, en Londres al menos podría... no, sería estúpido pretender que mi padre se hiciese cargo de mí.

- Muy bien. Como habrás intuido, hay ciertos detalles que tendré que contarte ahora y que seguramente no serán de tu agrado, pero es mejor que te hagas a la idea cuanto antes. ¿Qué recuerdas de anoche? -.

Saqué mi diario y cité textualmente las leves nociones que me quedaban de lo sucedido, pero no fuí capaz de enfocar mejor la silueta para reconocer rostro alguno. Cuando miré hacia el asiento de Daniel él no estaba allí, de pronto sentí unas manos gélidas apresando mis muñecas y un haliento helado hablando a mi oído.

- Lamento de corazón haberte hecho daño, pero no pude contenerme más, aunque prometo que no volveré a hacerte algo así sin tu consentimiento. - La imagen se aclaraba por momentos, pero antes de poder gritar tenía a Daniel de frente posando sus labios sobre los míos. Su cuerpo ya no era gélido, podía sentir algo de calor en él, pero eso no borraba las imágenes que acechaban mi mente, oscuros recuerdos que afloraban con el contacto de sus labios con los míos.

Se separó de mí y sentándose sobre la mesa continuó explicando.

- La primera noche que nos vimos necesitaba alimentarme, pero tras conocerte fuí incapaz de alimentarme de la manceba que cautivé, así que otro se aprovechó del festín. Si bien soy de los mejores identificando auras, me resulta imposible curar heridas con mi saliva, las hago cicatrizar muy lentamente. -

La naturalidad con la cual me estaba hablando sobre su ser era más terrorífica que su propia esencia. Con los conocimientos que poseía y a la luz de las pruebas me encontraba claramente ante un vampiro, aunque jamás hubiese imaginado que pudiesen ser así.

- Tu sangre, tú... hay algo muy especial en tí y seguramente maligno. Desearía que, a cambio de yo compartir contigo cuanto quieras saber sobre mi raza tú me contarás tu historia y por qué siento en ti un miedo que no proviene de mí... Podría vaciarte en menos de una hora, lo sabes, ¿no? - Tras decirlo con una expresión seria esbozó una amplia sonrisa y comenzó a reir.

Acababa de firmar mi primer pacto de sangre, un intercamio de información por pura diversión, ¿o algo más que eso?.

Diarios Necrosados. NaiT

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