A veces no sé cómo definir lo que siento, aunque es más mi incapacidad de reconocerlo de cara al público, de cara a ti.
Ha pasado un tiempo prudencial en el que he estado pensando, en todos los aspectos, viendo tu actitud para conmigo.
Sigo teniendo muchas dudas en mente debidas a mi inseguridad, mi desconfianza y, ante todo, a no entender el por qué haces las cosas, si es que existe algún motivo para ello.
Sé que tal vez le doy demasiada importancia a pequeñas cosas, seguro, pero como bien me ha dicho una buena amiga en más de una ocasión: “dos no bailan si uno no quiere”.
Desde el principio supe dónde me metía. Conocía las consecuencias y los riesgos de intentar algo contigo y, pese a todo, pequé. Tal vez no tanto en bajar la guardia y permitirme sentir demasiado, si no en tratar de apresurarme en darte todo aquello que parecías necesitar, aquello que yo te quería aportar; pese a las circunstancias.