Me ahogo en mi propio lamento sin posibilidad de gritar, sin capacidad para llorar.
Todas las penas que en mi maltrecho pecho yacen, son memorias de lo que en algún momento pudo ser jolgorio o alegría. Restos de lo que pudo y no será.
Pero entre la confusión de una borrachera de emociones enfrentadas, de un juicio imperado por el orgullo y una tenue voz de cordura ante sentimientos batallando a viva voz; hoy es el inicio de mi propio fin.
Me siento como una vela, cautiva en el vaso de cristal que son sus pensamientos, su realidad, sus circunstancias.
Todos queremos consumirnos, todos queremos llegar al final, ver nuestra luz apagarse tras haber gastado todo nuestro potencial, tras haber brillado con intensidad haciendo desaparecer cada momento, una vez devorado por nuestra cegadora y cálida luz.
Pero en mi caso, no hay luz que emane, no hay cera que derretir.
Ahogado, sin aire, preso de mis miedos, apartado de cualquier salida, me apago.
Me veo sin fuerzas tras intentar reavivar una llama que a carencia de aire no podía más que acelerar lo inevitable. Me apago.
Mi exceso de imaginación ya no me ayuda a ver a través del cristal, ni momento en el que por este pase aire alguno. He pecado de fantasear demasiado, de esperar demasiado. Me apago.
Incluso, buscando en otros lugares aquello que en todo momento sabía dónde estaba, no he conseguido más que consumir aire en vano. Sé lo que quiero, lo he sabido en todo momento. Aquello por lo que sueño, lo que soñé antes de ser capaz de ponerle rostro. Me apago.
Incluso procurando no ser molestia alguna, intentando que no me afectase lo que como dagas ardientes en mí se clavaban, tuve que imponerme, tuve que hacerme ver para que, sólo tal vez, me dieras un poco más de aire... Pero todavía me apago.
Me encantaría saber por qué he acabado así, por qué estamos así y por qué no puedo lograr nada a lo que aspiro.
Dicen que tengo energía, entereza y que puedo lograr cuanto me proponga. Pero mi luz se apaga y yo ya me quedo sin fuerza.
En el momento en el que levantarse te arranca del único bienestar que tienes que es soñar. En el momento que tu cuerpo te comienza a privar del mismo sueño. En el momento en el que el simple hecho de respirar se vuelve una agonía... Me apago.
Voy a reaccionar en busca de ayuda, ayuda real. No logro respuesta a las cuestiones que todavía me atormentan, no quiero cortar de raíz con aquello para lo que está visto que no significo nada, pero que algo en mí dice que no puede ser así.
Al final tu orgullo ha podido al mío. Siéntete satisfecho.
NaiT
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